Las series televisivas son elementos necesarios a la hora de montar una programación atractiva. Las series aparecen en la tele norteamericana y se expanden al resto del mundo. Entre La Familia Monster y la Modern Family hay un largo recorrido de figuras populares reconocidas por audiencias millonarias que han cimentado el desarrollo del medio. Uno de los triunfos remarcables de este producto apareció hace 25 años y su carrera marcó un triunfo señero: el mundo de la Mafia contemporánea en torno al patriarca de Los Soprano, figura rutilante de muñecos de carne y hueso en la vida cotidiana americana. El creador de esta trama familiar singular, David Chase, supo construir una fulgurante familia con excelentes guiones y atractivas situaciones de mafiosos. Con motivo del aniversario de esta serie hemos leído unas declaraciones del padre de la criatura sobre el pasado y futuro que tiene la tele: “No creo que la televisión desaparezca, siempre habrá espacio para la mediocridad“. Esta manifestación, en palabras de un triunfador, describe el futuro del medio con una mezcla de escepticismo y fe. Eso sí, manchada de chabacana publicidad al servicio del fin último de la tele: seducir al cliente y vender. El actor James Gandolfini entendió el papel diseñado por el guionista y clavó el sentido profundo y complejo de ser nacido para triunfar en la pequeña, aunque vulgar pantalla. Rechazada por las teles en abierto y comprada por HBO, es un hito del moderno hacer televisivo, posiblemente anodino, pero del gusto mayoritario de la audiencia. Es la eterna pugna entre mediocridad y calidad, una batalla entre minorías y mayorías frente a la pantalla, cada noche al volver del trabajo a casa en un hábito definidor de esta sociedad.