En conversaciones habituales suele decirse que el tamaño es lo que importa, y mientras unos defienden esto, otros defienden que un buen manejo del aparato reproductor es clave del éxito amoroso. En estos tiempos navideños se ha plantado una pelea por la altura del árbol festero entre ayuntamientos diversos y sus alcaldes se han enzarzado en decorar bulevares, plazas y grandes avenidas en una competición aldeana donde hemos plantado el tótem de tamaño modelo familiar a gran formato, compitiendo por hacerse con imponentes abetos que sean el más largo, el más alto o el más gigantesco y procedente de tierras nórdicas o norteamericanas. Se ha desatado una pelea que no sabemos qué altura alcanzará porque hay un alcalde punto txotxolo que amenaza con plantar su árbol en la plaza gallega e iluminar Nueva York, en un desafío fanfarrón y altanero. El alcalde de Vigo, que tal es el desafío del prócer luminaria anda desatado amenazando y retando a tirios y troyanos, en un ejercicio de papanatismo ciudadano navideño. Dicen que hay que aprovechar las jornadas consumistas que se acercan y que el comercio tiene que aprovechar el tirón de los regalos, las comidas y otros devengos de esta época navideña. Todo sea por la eficacia y mantenimiento del sistema que nos tuerce y retuerce, pero la competición, el concurso y la pelea tienen que mesurarse y no perder el sentido común y la dignidad municipal. La competitiva plaga se ha puesto en marcha y el copiarse unos a otros está creando una oleada de alcaldes dispuestos a pelearse por las fiestas de sus ciudadanos, y entrar en el libro de los Guinness. Vamos a ver qué ocurrencia anida en algún despacho municipal, y caña al mono que es de plástico.