No ha habido verbena en nuestro país en la que no se haya escuchado la archifamosa canción de Barricada No hay tregua. Una composición que recordó a generaciones de jóvenes que “las armas nunca tendrán la razón”. Sin embargo, durante los años de plomo, hubo quien trató de pervertir su mensaje y, escondidas como siempre en la masa, se escucharon voces que reivindicaban a ETA durante sus estribillos. Un ejercicio de libertad de expresión nacida del pueblo que, afortunadamente, fue perdiendo su espacio hasta dejar prácticamente de escucharse. En el mismo año que Barricada sacó su disco, 1986, fue detenido por primera vez Txapote por un acto de kale borroka. Fue el inicio de una carrera sanguinaria donde aplicó a rajatabla una doctrina propia, la de “socializar el sufrimiento”, haciendo que ETA convirtiera en objetivo a cualquiera que se enfrentara a su terror. En 1997 terminó con la vida de Miguel Ángel Blanco y dirigió personalmente dos años antes el asesinato de Gregorio Ordóñez. Esta semana, sus respectivas hermanas -Mari Mar Blanco y Consuelo Ordoñez- se han enfrentado de manera pública a cuenta del lamentable debate abierto por puro interés electoral por el eslogan Que te vote Txapote. Un lema que causa dolor a algunas víctimas, mientras otras quieren ver en él una expresión “nacida del pueblo” para reflejar el hartazgo por los pactos de Sánchez. Justificar que lo que se dice en la calle por un interés determinado abre una puerta muy peligrosa. Del mismo modo que trabajamos por sacar de la plaza a quienes jaleaban a ETA ejerciendo un derecho de expresión que no era tal, hoy no podemos admitir que la mención banal -de la que ya hay hasta camisetas- de uno de los asesinos más sanguinarios de la extinta organización terrorista forme parte del vocabulario común. Eso es, sencillamente, txapapote en estado puro. Correoso. Invasivo. Imborrable.