Cuando súbitamente se cae el pelo o pierde grosor, la causa puede estar relacionada con una situación estresante o traumática como la muerte de un ser querido, un divorcio, la pérdida de empleo, etc. La buena noticia es que cuando la caída se produce por estrés suele tener solución y además, en la mayoría de los casos, la recuperación es muy rápida y se produce de manera espontánea.

La repoblación de los folículos pilosos suele tener lugar en torno a los cuatro o seis meses, una vez mejora el factor desencadenante. Así, procurar tomarse la vida con más calma y llevar una rutina de cuidado capilar adecuada es clave para notar una clara mejoría. 

Mujer con alopecia Freepik

Cuestiones a tener en cuenta

Exceso de cortisol. La hormona del estrés hace que los folículos pilosos entren en la fase telógena o de reposo. La llegada de nutrientes al cabello se enlentece y se debilita y cae. Además, unos niveles altos de cortisol impiden el descanso, lo que aumenta el riesgo de calvicie. Cuando ésta se produce en una zona concreta de la cabeza se habla de alopecia areata. Asimismo, los nervios suelen estar detrás de la tricotilomanía, un trastorno en el que la persona se arranca el pelo. Estas pérdidas no son definitivas, tienen solución.

Fuentes de salud capilar. Se ha de controlar el estrés con ejercicio, técnicas de relajación y, a veces, psicoterapia. Además de dormir entre 7-8 horas, conviene incluir nutrientes como el hierro y el zinc (carnes magras, legumbres, espinacas, etc), biotina (yema de huevo, almendras, etc), vitamina D y omega 3 (pescados grasos).

Una dieta rica en proteínas, hierro, zinc y vitaminas del grupo B favorece el crecimiento saludable del cabello Young woman making salad at the kitchen

Técnicas regenerativas. Pueden estar indicados los masajes capilares, las inyecciones de plasma rico en plaquetas para estimular la regeneración del pelo, lociones como el minoxidil y la mesoterapia capilar, en la que se inyectan vitaminas y aminoácidos en el cuero cabelludo.

En manos de especialistas

Un buen diagnóstico. Determinar el origen de la alopecia no siempre es fácil y se requieren distintos exámenes médicos. Además de tener en cuenta la historia clínica del paciente, conviene examinar la distribución de la pérdida del cabello y, con una dermatoscopia, observar con precisión los folículos pilosos.

También ser recomienda hacer un análisis de sangre para comprobar, entre otros, los niveles de cortisol, hormonas tiroideas, vitaminas y minerales. Algunos especialistas también realizan análisis bioquímicos del pelo para evaluar los minerales (calcio, zinc, hierro, etc.) y la presencia de metales pesados (mercurio o plomo) relacionados con la calvicie y otros trastornos.