A punto de celebrar el 25 aniversario del Acuerdo de Paz de Viernes Santo, el diario Irish News relataba recientemente la presencia de altos funcionarios de la Casa Blanca en Belfast para preparar la llegada de Joe Biden y Bill Clinton a la ciudad. Ambos presidentes, de ascendencia irlandesa y buenos conocedores de la tierra de sus antepasados, celebrarán en unos días el aniversario de un acuerdo que sigue siendo sumamente frágil tras un cuarto de siglo desde su aprobación, y que, sin la diplomacia norteamericana de Clinton y especialmente del senador George Mitchell, entre otros, probablemente no habría sido posible. Es un hecho que ni el propio aniversario ni la festividad de San Patricio consiguen enmascarar la sensación amarga y de incertidumbre que se cierne sobre Irlanda desde el Norte.

Desde que el primer ministro británico presentó a finales de febrero el llamado Acuerdo o Marco de Windsor, se presenta en los medios a Rishi Sunak como un hombre de Estado (fijémonos en la referencia a la Casa Real en el nombre del acuerdo), más pragmático y dialogante que el propio Johnson y que la fugaz Lizz Truss. Precisamente, hace pocos días se le veía eufórico en el puerto de Belfast defendiendo el acuerdo ante empresarios, políticos y trabajadores como un marco que les permite obtener ventajas tanto del mercado interno británico como del mercado común europeo. Algo curioso, ya que esa era precisamente la situación del Reino Unido en su conjunto antes del Brexit, cuando él ya era un euroescéptico convencido. 

El Marco de Windsor pretende ser la continuación mejorada de lo que fue el Protocolo de Irlanda del Norte firmado por Johnson, y tiene la ambición no sólo de que sea aprobado por el Parlamento británico, sino de convencer al principal partido unionista, el DUP, de dejar de boicotear deliberadamente la formación de gobierno en Irlanda del Norte para que el Parlamento de Stormont no pierda sus competencias autónomas que le dota el Acuerdo de Viernes Santo, el cual se rompería si se quiebra la devolucion de dichas competencias.

Similar al protocolo de Johnson Aunque el Gobierno británico presente el acuerdo como algo diferente e innovador, la realidad es que sigue siendo muy similar al protocolo de Johnson. Ni cambia el estatus jurídico de Irlanda del Norte, ni cambia la relación con la UE más allá del Freno de Stormont, mecanismo por el cual el Parlamento norirlandés podría remitir su desacuerdo sobre ciertas leyes europeas al Gobierno británico para intentar revocarlas. Además, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) seguirá teniendo la última palabra respecto a contenciosos que puedan surgir por la aplicación de la normativa europea. 

El cambio más significativo que encontramos en el acuerdo es el modo de importación de productos provenientes de Reino Unido. Mientras que con el protocolo anterior, todos los productos británicos pasaban inspecciones y requerían de tasas aduaneras, en este nuevo Marco las importaciones se dividen en dos canales; el canal verde, que no requeriría prácticamente de controles aduaneros de productos británicos que entren en Irlanda del Norte, y el canal rojo, que requerirá de los controles y las tasas aduaneras pertinentes a productos británicos cuyo destino es la Unión Europea, ya sea a la República de Irlanda u otros países del mercado común. 

Pese al optimismo de Sunak, la realidad es que Irlanda del Norte sigue perteneciendo al mercado único europeo y la UE sigue teniendo jurisdicción en la provincia, con el TJUE como último órgano resolutivo. Por todo esto, el líder del DUP, Jeffrey Donaldson ha convocado a los barones del partido y a figuras relevantes de la comunidad unionista/lealista para que le asesoren en su decisión respecto al acuerdo, cuyas conclusiones le transmitirán a finales de marzo. Ya son varias voces en ese grupo como la del ex primer ministro de Irlanda del Norte, Peter Robinson, que demandan cambios sustanciales en el acuerdo. 

Las propias encuestas ya indican que el 50% de los unionistas estarían en contra del acuerdo y que el 73% del electorado del DUP lo rechaza frontalmente. Nada de esto es de extrañar atendiendo a la deriva sectaria del partido de Donaldson, cuya principal obsesión es desvincular cada vez más a Irlanda del Norte de la República de Irlanda y de la UE, para así apuntalar su estatus constitucional dentro del Reino Unido, aunque esto hubiese ocasionado una frontera física y un riesgo real de vuelta a la violencia directa como la que asoló el Norte de Irlanda hace unas décadas.

Esta violencia, traducida en actividad paramilitar, tiene una tendencia a la baja en los últimos años según datos de la policía norirlandesa, pero esto no implica que no siga habiendo múltiples casos de violencia cada semana. Se repiten los disparos de castigo sobre todo en bastiones lealistas por facciones de la UVF y de la UDA, mayoritariamente por motivos de drogas, y se incrementa la actividad de los republicanos disidentes sobre todo los agrupados en el llamado Nuevo IRA principalmente en Derry, donde ha habido varias amenazas de bomba en los últimos meses. 

Amenaza de violencia Sin embargo, lo más grave, que no sucedía desde hace más de una década, fue el intento de asesinato de un oficial de policía, John Caldwell, estando fuera de servicio en un centro deportivo de Omagh, condado de Tyrone, donde varios encapuchados se acercaron después de un entrenamiento y realizaron varios disparos, dejando al oficial en estado crítico en el hospital. Esta acción fue reivindicada por el Nuevo IRA en un comunicado escrito en el barrio de Creggan en Derry, en el cual además se amenazaba directamente a todas las familias de los miembros de los cuerpos de seguridad, algo que nunca antes había sucedido. 

En este contexto, el entusiasmo de Sunak podría traducirse en una grave tragedia si no se miden correctamente los pasos a seguir y el unionismo rechaza finalmente el acuerdo. La irresponsabilidad y el sectarismo del DUP está llevando a la provincia a situaciones nunca antes vistas desde el Acuerdo de paz del 98. Como indicaba el prestigioso académico de la Universidad de Liverpool, Jonathan Tonge, “mi instinto es que el DUP va a recapacitar, porque no hay ningún otro escenario posible”. Ese otro escenario es la violencia paramilitar, y eso, Irlanda no se lo merece.