es difícill, mucho, sentarte delante del ordenador y afrontar la escritura de esta columna. Para alguien de radio mucho más. Las palabras fluyen mejor en el directo, es la costumbre. El análisis y los tiempos transcurridos hacen amplificar más las sensaciones y en algunos casos disminuirlas. Hoy no es el caso, el paso de las horas hace crecer los argumentos en torno a la crisis por la que atraviesa el equipo. Sí, no me da miedo utilizar esa palabra, es lo que hay. Ni los resultados ni el fútbol de los leones nos hacen pensar en positivo, todo lo contrario. El equipo se muestra abatido y sin modelo. El juego no aparece y lo que es peor, los futbolistas menos.

Después de un comienzo esperanzador, sobre todo defensivamente, la tropa del Kuko se ha ido desinflando hasta llegar a esperpentos como el del pasado jueves. Es inconcebible ver en el terreno de juego a unos y otros igualarse delante de la pelota. El Athletic parecía uno más de la débil liga ucraniana. Sin argumentos, sin alternativas, sin profundidad y con una dosis importante de indolencia que molestó a los presentes provocando varias pitadas durante el choque y una más grande cuando el arbitro señaló el final.

El técnico tiene un problema. Los jugadores no ven por la pinta lo que ocurre y lejos de hacer auto-crítica, lanzan balones fuera sabedores que ellos son más de 20 y el míster solo uno. Esto no es culpa de alguien en particular, es de todos. Y ellos mismos son quienes deben enmendar la plana. No es de recibo asumir como normal lo poco que se ofrece y ampararse en el “bastante hacemos”. Es curioso que Muniain sea de los pocos que parece darse cuenta del momento. Hasta hace poco había muchos que le acusaban de ir a lo suyo, pues mira tú.

El presidente debe poner orden. Es muy probable que sea su momento más incomodo desde que llegó a la presidencia pero esto es deporte, en concreto fútbol. Los ciclos se comen a cualquiera y esto también hay que saber gestionarlo. A lo bueno se apunta todo el mundo, pero en lo malo se ve la calidad.