EL Eibar-Betis se disputó el pasado viernes coincidiendo con la conmemoración del Día Mundial contra la Violencia de Género. El partido pasó de puntillas sobre la trascendencia de la efemérides. Pero la casualidad quiso que se enfrentaran dos equipos en cuyo seno juegan individuos que presuntamente han protagonizado episodios donde la mujer fue víctima de vejaciones intolerables. El encuentro transcurrió con absoluta normalidad. Viene sucediendo así desde que los escándalos que provocaron se fueron difuminando con el tiempo y el tácito perdón del fútbol, que miró hacia otro lado, y no te cuento nada en lo concerniente a sus respectivas aficiones. Cuando Sergi Enrich y Luna grabaron y después colgaron en Internet un encuentro sexual con una chica (mejor dicho: se lo enviaron a su colega Eddy Silvestre para mostrarle lo machos que son y el perla colgó el vídeo en las redes para reírles la gracia y lo hicieron viral) no encontraron reproche alguno en el club armero, al menos que se sepa. Hay que aclarar, para quien desconozca el suceso, que la mujer les pidió que no filmaran el encuentro, no le hicieron caso alguno y les denunció. Sucede que estos individuos, tras la repercusión que alcanzaron sus hazañas, tuvieron la ¿delicadeza? de pedir perdón al Eibar y a su hinchada, pero ni una palabra, ni una disculpa, ni un mínimo gesto de desagravio hacia la joven infamada.

En este partido, Sergi Enrich marcó un gol (3-1) y Rubén Castro anotó el tanto bético tres días después de conocer que el fiscal, en el escrito de acusación previo al juicio oral, ampliaba la petición de penas a cuatro años de cárcel por un supuesto delito de maltrato habitual, seis delitos en el ámbito familiar, un delito de coacciones y otro de amenazas leves contra su expareja entre 2012 y 2013. Pero Rubén Castro es el máximo goleador en la historia del Betis y allá es tratado como un héroe, pasando por encima de su repulsivo comportamiento. Cuando en 2015 el fiscal pidió entonces dos años de prisión por malos tratos, el fondo ultra del Villamarín recuperó una tétrica copla para arropar zafiamente a su ídolo: “¡Rubén Castro, alé, Rubén Castro, alé; no fue tu culpa, era una puta, lo hiciste bien...!”.

Y justo en el día en el que se intenta concienciar y luchar contra la violencia machista Eibar y Betis se cruzan en el camino en medio de una amnesia casi total, de una anormalidad hiriente, cuando un deporte tan popular debería mostrar siempre un sentido de la ética acorde con su enorme influencia social.

El equipo armero será precisamente rival del Athletic el próximo domingo, y lo hará con 21 puntos, uno más de los que adornan el casillero de los rojiblancos, que hoy visitan el campo de la UD Las Palmas y resulta inevitable un mohín de nostalgia. Aquel primero de mayo de 1983 el Athletic rompió con 27 años sin llevarse un título liguero al buche, y han pasado desde entonces más de 32 años del feliz acontecimiento, así que por eso, y por lo que vino después (el doblete de 1984), Javier Clemente fue consignado en una hornacina, dentro de una solemne capilla de San Mamés, donde la feligresía del Athletic puede rezar con devoción a su distinguido santón.

Y que no se preocupe Ernesto Valverde, que al paso que va también tendrá derecho a capilla en La Catedral, aunque sea más discreta que la de El Rubio, y situada en el ala izquierda del templo.

No debería ver fantasmas donde no los hay el técnico de Viandar de la Vera, y admitir que también le seduce, sobre todo cuando el hambre de puntos aprieta, el sesgo caparrosiano de la vida y clamar con total naturalidad: “Déjate de imagen, ¡clasificación, amigo...!”: de verdad que no se lo tendremos en cuenta.

Desde el choque ante la Real, en la octava jornada, el Athletic afronta los partidos a puro huevo, y eso cansa una barbaridad a los jugadores y desespera a la afición. En cambio la Real, pasado el mal trago, está que se sale. En vísperas de recibir al Barça, a Gerónimo Rulli no se le ocurrió otra cosa que decir: “Es un rival directo” para ganar la Liga y por eso hay que derrotar a los culés. Y lo que parecía una baladronada resultó ser una verdad como puño, y la Real jugó mucho mejor, aunque se quedara a medio camino.