Aeste paso, Mariano Rajoy estará cerca de sufrir -los dioses no lo quieran- alguna insuficiencia respiratoria de tantos puros co-mo se estará fumando últimamente mientras ve pasar en riguroso directo los cadáveres de enemigos por delante de sus queridas pantallas. El PSOE se rompe, los socialistas se desangran, el partido centenario se hace el harakiri delante de las cámaras y los tuits, la formación clave en la reciente historia de España protagoniza una guerra civil interna. ¿Está muerto el PSOE? No, no entonen aún el Réquiem.

La patética imagen de una tal Verónica Pérez proclamándose la “única autoridad” del partido aunque no la dejan entrar en la sede y un sector invocando una consulta y el derecho a decidir de la militancia incluso por encima de sus Estatutos ilustra a la perfección el estado de shock del PSOE, entre el caos, la desolación y la inquina fraticida. A simple vista, Rajoy y Podemos han logrado su objetivo, aunque quizá no de la manera que esperaban. O no tan pronto. Los socialistas están en un grave proceso de autodestrucción -eso no lo niegan ni ellos- debido a que está a punto de convertirse en un partido irrelevante, incapaz de ser alternativa en un contexto de crisis global y de identidad de la izquierda y con una nueva formación -Podemos- cuyo máximo objetivo no es ya un sorpasso puntual, sino su sustitución como referencia del progresismo, de la socialdemocracia o de como se quiera llamar. Lo que viene siendo hacerle al PSOE un Pasok.

El combate en el PSOE es lógico porque necesita una guerra cruenta contra sí mismo. Y ganársela. No es la primera vez que tiene graves crisis -de Suresnes o la dimisión antimarxista del ahora “golpista” Felipe González en 1979 a Solchaga o la corrupción y el GAL-, siempre con juego sucio, y seguro que no será la última.

Dicen que esta no es una guerra ideológica, sino personalista. Lo peor es que es las dos cosas. Cualquiera de las opciones -dejar go-bernar a Rajoy o buscar un gobierno alternativo- será mala y se verá como una traición por un importante sector del partido, dispuesto a “rodear Ferraz” contra el otro.

Las terceras elecciones están a la vista y mientras haya una parcela de poder, el PSOE sobrevivirá. El problema es con quién y para qué. El Réquiem puede esperar. De momento. ¿Y el país?