EN tiempo de tribulaciones, no hacer mudanzas”. Debía de conocer muy bien a su pueblo el santo azpeitiarra cuando hace ya cinco siglos dejó este aforismo porque en las crisis, no solo en esta, la ciudadanía vasca premia la estabilidad y huye de cambios. La campaña tranquila del PNV venía precedida de cuatro años de un Gobierno en minoría que buscó un socio preferente, el PSE, pero llegó a acuerdos con EH Bildu y los menos, con el PP. Supongo que esa estabilidad lograda a golpe de pacto cruzado tiene mucho que ver con el deseo que se ha expresado en las urnas: reforzar una mayoría sin otorgarle la mayoría absoluta.

El reto ahora del PNV es conjugar su política de estabilidad en materia económica y social, alcanzada hasta ahora de manera prioritaria con el PSE, junto con la concreción de un nuevo estatus de autogobierno para lo que puede contar con esa abrumadora mayoría sobre el derecho a decidir que dan los resultados propios más los de EH Bildu y Elkarrekin Podemos. Hay un cauce central, al que el lehendakari Ibarretxe se refería habitualmente, que une ambos propósitos. Veremos si lo logra.

“Quien evita la tentación, evita el pecado”. Unan este aserto con la anterior sentencia y verán reflejado el resultado. La tentación de la llamada “nueva política”, representada en Euskadi por Podemos, sedujo con notable éxito en las dos citas electorales para las Cortes españolas. Pero el pecado de mantener empantanada la gobernabilidad española, ha acabado por inclinar al electorado hacia la prudencia. Y en ese pecado, también están PSE y PP, duramente castigados el domingo.

Podía resultar tentador para muchos votantes de izquierda -el profesor Ramón Zallo impulsó hace meses esa fórmula- una alianza en forma de coalición entre EH Bildu y Podemos. Pero por el camino varios factores han contribuido a considerar que esa tentación podía acabar en fiasco. Al final, era una mezcla de cuerpos extraños como se ha manifestado en campaña. Aunque presumiblemente, en algunos sectores (intuyo que cercanos al PP y al PSE) ha funcionado el mensaje del PNV de que esa alianza podía darse.

“El examen de conciencia es siempre el mejor medio para cuidar el alma”. Sigamos con San Ignacio, porque esta frase parece dedicada al constitucionalismo español. El PSE lleva mucho tiempo desnortado. Su llegada a Ajuria Enea, forzada sobre promesas falsas de que no pactaría con el PP, desdibujó su oferta como partido “vasquista”. Mendia se ha encargado de reforzar ese mensaje con un absurdo error de bulto al tratar de convertir el euskera en “el problema” de la sociedad vasca. Tomen este caso como el mejor exponente de cómo el PSE está desconectando de la ciudadanía.

Recuperar su alma, el de un partido vasco (vasquista) y español de izquierdas, supondrá volver sobre la senda que abandonó cuando Savater ofició la boda entre Redondo Terreros y Mayor Oreja. Por medio, ha sido Podemos el que le ha comido la tostada.