AUNQUE el juego no es brillante (todo llegará), se ha instalado en la órbita del Athletic un ambiente de optimismo, consecuencia lógica de los buenos resultados. El optimismo, como es natural, relaja las tensiones y predispone al compadreo. A saber: resulta que instantes antes del partido contra el Sevilla al cachondo que maneja el perfil oficial de Twitter en el club bilbaino no se le ocurrió otra cosa que colgar una foto de la camiseta de Iraizoz bien doblada y con el brazalete de capitán encima, según desveló la web de la cadena Ser. Eso significa que desde una entraña del Athletic se buscaba propalar a través de las redes sociales un bulo: el portero navarro recobra la titularidad a costa de Kepa Arrizabalaga, circunstancia que a nadie le podía pillar por sorpresa sabido que Ernesto Valverde tiene dicho y redicho que alternará a los tres guardametas de la plantilla de puro buenos que son a sus expertos ojos. Luego resultó que no, que no era así. Que el caballero que maneja el tema de Internet en el Athletic estaba troleando, es decir, que puso la foto en cuestión con el objetivo de “provocar, molestar o buscar controversia con los demás usuarios” de las redes, pues eso mismo significa trolear.
Se puede deducir en consecuencia que al Community Manager del Athletic le entraron unas enormes ganas de vacilar al personal y probablemente también la taimada intención de pillar en algún renuncio a los medios de comunicación para luego carcajearse del cándido que se tragara el anzuelo, el muy bribón. El problema es que la guasa se fraguó a costa del hincha y se hizo bajo pabellón del Athletic, y eso sí que es lamentable, y más en los tiempos que corren, con los cortocircuitos absurdos que se han producido entre el club y la prensa con el aficionado como único perjudicado.
Finalmente, la responsabilidad en la portería recayó en Arrizabalaga, que si acaso estuvo blando de manos en el gol sevillista, luego hizo una parada de gran mérito; en general resolvió con suficiencia el trabajo y lo más importante: volvió a recibir el beneplácito de la afición, que ya tiene interiorizado el nombre del portero que quiere en el Athletic.
Al parecer, la determinación de Valverde de alternar a los cancerberos está sentando cátedra. Zidane ya lo anuncia para el Real Madrid y el argentino Jorge Sampaoli, sin ir más lejos, rota en el Sevilla con Sergio Rico y Salvatore Sirigu. En San Mamés le tocó faenar al meta italiano para más fama y gloria de San José, a quien le concedió una segunda oportunidad de remate en el primer gol del Athletic; sobre todo para iluminar el estreno anotador de Mikel Balenziaga y bendecir a Aritz Aduriz, quien entre sus muchas capacidades está ese talento para desquiciar al rival, y ahí tenemos a Sirigu, personaje por lo que se ve muy susceptible, con malas pulgas y corto de entendederas, pues provocó de manera asombrosa el penalti y su expulsión atizándole con energía un codazo al delantero donostiarra que, lógicamente, se desplomó al suelo fulminado y luego se levantó airoso para rubricar la contundente victoria.
Lo cierto es que el Sevilla, salvo el lapsus calami de la pasada Europa League, tiene un sabor especial para el Athletic desde que el expresidente Del Nido mostrara la lúbrica intención de comerse el león desde la melena hasta el rabo allá por marzo de 2009. Desde entonces todo han sido triunfos rojiblancos en San Mamés.
Cosas extraordinarias sucedieron el sábado bajo el embrujo sevillano. Un siroco llevó a Sirigu a un estado de paroxismo y poco antes Balenziaga provocó una inmensa explosión de júbilo. ¡Albricias! ¡Si ha marcado un gol!, y portentoso, y que además cayó como una losa sobre el ánimo de los sevillistas. Balenziaga hace tiempo que llenó de contenido el agujero negro que procuraba el carril izquierdo pero, aplacado el fervor desatado por su imprevisto golpe, ya le vale al tío. Nos hemos enterado de que el lateral zurdo llevaba la friolera de 269 partidos como profesional sin marcar un gol, lo cual supone más de 412 horas sobre el campo sin ver la portería rival, una barbaridad de ineficacia y de perdón infinito.