LA presión que soportan los entrenadores provoca que a veces hagan cosas un tanto raras. Por ejemplo. A Osasuna le cayó una tunda de goles en el Santiago Bernabéu y sin embargo Enrique Martín declaraba tras el partido que volvía a la Vieja Iruña “feliz” y “orgulloso” de sus chicos, como si hubiera sufrido un repentino proceso de enajenación mental. En cierto modo, el equipo rojillo intentó jugarle sin complejos al Real Madrid, y aunque por eso mismo cavó su tumba, el técnico de Campanas optó por ufanarse de su fatua gallardía, y repicando de satisfacción se quedó tan pancho el hombre.
Bien al contrario Mauricio Pellegrino no tuvo vergüenza alguna en plantear un cerrojazo de aúpa en el Camp Nou, lo cual, unido al ataque de entrenador (mejor dicho, ataque de arrogancia) que le entró a Luis Enrique provocó la gran sorpresa de la jornada: la inaudita victoria del Alavés frente al Barça. El técnico asturiano miró por encima del hombro al Glorioso, solo puso a tres titulares en la alineación y seguro que el Altísimo le castigó por caer en pecado de soberbia. Y también lo hizo Ibai Gómez, sagaz autor de la pedrada que tumbó al Goliat blaugrana, gesta de gran repercusión mundial y por la cual ya le reconocen hasta en Kuala Lumpur.
Ernesto Valverde también estaba sometido a un alto grado de presión por razones obvias pero el tío, lejos de eludir sus obligaciones, se lio la manta a la cabeza y de súbito decidió poner a Kepa Arrizabalaga defendiendo la portería del Athletic en Riazor. Desde que anunció su ¿democrática? determinación por alternar a los tres porteros de lo puro buenos que son surgieron las más variopintas versiones sobre el modus operandi. A saber: unos elucubraron sobre ciclos de cuatro partidos para cada uno. Otros lo elevaron a ocho y hay quien especuló con la fórmula del pinto, pinto, gorgorito, y que decidiera el azar. Se puede decir que la actitud de Valverde con los guardametas también es caso único en el fútbol mundial, y desde luego contradice la opinión mayoritaria, que pondera la confianza suma que un técnico debe depositar sobre su portero titular. Además existía un riesgo evidente: el joven Kepa estaba expuesto a un grado de responsabilidad mayúscula porque debutaba en el Athletic en un partido de alto voltaje, con la amenaza de la crisis si se producía otra derrota. Kepa estuvo fantástico. Sobrio, seguro. Perfecto. ¿Y ahora? ¿Otra vez con el pinto, pinto, gorgorito? ¿Ha llegado el momento para que el portero de futuro se haga presente? ¿Cambiamos de caballo si por un casual la pifia en la próxima? ¿Volverá Herrerín a ser el cancerbero para los encuentros de Copa y europeos, como en el curso anterior?
Por fortuna, el artificial debate sobre la portería queda postergado hasta nueva orden porque el Athletic solventó con bien el partido ante el Deportivo gracias al monumental gol que anotó Raúl García. El choque no pasará precisamente a los anales de la historia por su virtuosismo, pero el mundo entero sabrá del misil que el bravo centrocampista navarro utilizó para aniquilar la resistencia del equipo gallego. Se trata de ese tipo de goles que dan la vuelta al orbe, quedará para siempre en los anaqueles audiovisuales y en la memoria del aficionado. Pasaremos por alto su lamentable celebración, con la mano sobre una oreja, desafiando con chulería a la hinchada que le vituperaba por ser el causante de sus desdichas, la derrota y sobre todo la circunstancial lesión de Joselu justo el día de su presentación en sociedad.
Había que remontarse al 16 de diciembre de 2006 para descubrir el último triunfo del Athletic en A Coruña, cuando otro navarro, Javi Martínez, marcó dos goles, uno de ellos magistral, y comenzó a labrar su brillante futuro. Entonces dirigía al Deportivo el inefable Caparrós, al cual volvemos a recurrir para extraer de su libro sobre filosofía parda aquella memorable frase: “Déjate de imagen, clasificación amigo”. Valverde ayer dijo lo mismo, pero con más sutileza: “Esta vez no hemos sido vistosos pero sí efectivos, y estamos muy, muy contentos”. Se ganó, lo cual era vital, y con un gol antológico, y el Athletic ungió a Kepa Arrizabalaga.