HACE un mes, el Athletic protagonizaba en el mismo escenario uno de los partidos más completos de la temporada. Ser o no ser, he ahí la cuestión. A los jugadores del Espanyol les pesó como una losa la sensación de acariciar la final de Copa contra el Barça y les entró el pánico, coyuntura que alimentó la determinación de los discípulos de Valverde, que tenían a mano la misma meta y la posibilidad de congraciarse con la desanimada afición rojiblanca.
El resultado fue tan beatífico que cambió el sesgo del equipo rojiblanco. Se sacudió las tribulaciones y dejó de lado sus dudas existenciales. Cargados de moral y autoestima, los muchachos sumaron cinco victorias consecutivas, vislumbrando otro reto de envergadura: dando como bastante probable la derrota frente al Barça en la final copera, el billete para la próxima Europa League lo iban a sacar por la vía liguera, alcanzando la séptima plaza que tenía, y sigue teniendo, el Málaga.
Y la empresa se antojoba harto difícil, sobre todo porque hace también un mes el conjunto andaluz estaba de moda. Tuvieron la osadía de vencer en el Camp Nou y plantarse con 41 puntos en la vigésimo sexta jornada, once más que el Athletic. Pero tanta adulación fue contraproducente para los chicos de Javi Gracia, que iniciaron un paulatino e imparable desmoronamiento, de tal forma que sólo han sumado 5 de los 18 últimos puntos disputados, sufriendo derrotas ante el Granada o Eibar.
Las grandes expectativas levantadas entonces continúan vigentes ahora. Por mucho que se emperre en enturbiar la esperanza, el Athletic sigue teniendo a tiro la susodicha séptima plaza, pues ni esta lastimosa semana (un punto de nueve posibles y gracias: aún les dura el cabreo a los valencianistas) ha desbaratado el sueño. El Málaga está a seis puntos, que serán tres si el próximo fin de semana se cumplen los pronósticos, o sea, que el conjunto de la Costa del Sol pierda en el Santiago Bernabéu y el Athletic se imponga al Getafe en San Mamés, ¿no es cierto?
Y ya no hay vuelta atrás, porque ahora existe un grave peligro de encabronar al personal, que se las veía tan felices y ahora observa la eventualidad de acabar la Liga chapoteando en la nadería. ¿Y con qué salero iría entonces la hinchada al Camp Nou? O peor: ¿Para qué viajar? La designación de la sede fue una especie de tomadura de pelo y allá nos esperan los catalanes con los brazos abiertos, naturalmente, porque nos dejaremos generosamente los cuartos y porque probablemente regresaremos hocicando, con el amargor de otra derrota.
Pero volvamos a la escena del crimen, el Power8 Stadium de Cornellà-El Prat y retomemos la magna semifinal copera. Aquel día, el Athletic tuvo la referencia de Aduriz, que anotó el primer gol, y de Etxeita, autor del segundo, además de completar un gran trabajo defensivo. Ayer bien que se apreciaron sus bajas, como igualmente se añoró al lesionado Iker Muniain. Sin estos tres referentes también brillaron por su ausencia, aunque estuvieran físicamente presentes, Williams, Viguera y Guillermo, delanteros según reza el carnet, pero incapaces de meter un gol ni al arco iris. Como también se echó en falta futbolistas capaces de filtrar a los atacantes un balón en condiciones, o generar situaciones de peligro, salvo que admitamos como tales las llegadas al área espanyolista a trompicones. Por desgracia, el único espabilado estaba del lado perico, y en una de esas situaciones que se pillan al vuelo resolvió el partido Sergio García recogiendo un pelotazo de Víctor Álvarez, superando en carrera a Laporte y batiendo irremediablemente a Iraizoz.
Así que a la chita callando, el Espanyol nos ha superado en la carrera por esa séptima plaza, y lo malo es que todos somos conscientes de que no es mejor que el Athletic. Después, la Real Sociedad tuvo la oportunidad de engancharse en la pugna por esa posición clasificatoria, y fue incapaz de batir al Deportivo. Sí lo hizo en cambio el Celta la víspera a cosa del Rayo, que también amenazaba. Es decir, el Athletic debe demostrar que tiene vigor y categoría para ser primus inter pares en esta desconcertante refriega entre la clase media (baja) futbolística.