el triunfo de Benjamin Netanyahu en las últimas elecciones israelíes sorprendió más a los observadores políticos superficiales que a los sociólogos y políticos israelíes.

Y es que los primeros se conformaron con interpretar las declaraciones electoralistas y las encuestas teledirigidas que aquejan todos los comicios disputados entre fuerzas parejas. Un análisis un poco más profundo revela que en Israel se dirimen en las urnas desde hace lustros cuestiones de convivencia cotidiana -desde el paro y el coste de la vida hasta la llamada a filas de los ultra ortodoxos-, pero también dos visiones de la vida. Pugnan por imponer su forma de vivir las dos sociedades que cohabitan -más mal que bien- en el país. Una está formada por la población urbana, laica, progresista y fuertemente vinculada a los askenazi europeos y que optó desde el primer día por un modelo socialista de Estado.

La otra comunidad israelí está formada mayormente por un proletariado rural, de visiones religiosas arcaicas y de raíces étnicas y culturales locales, donde el término local abarca desde el Magreb hasta el Oriente Medio. Es la gente que políticamente se identifica con el partido conservador Likud.

La divergencia es tan fuerte que en el Parlamento israelí figuran dos partidos políticos de ideario religioso pasional: el Sas, que agrupa a los arcaicos sefardíes y orientales, en tanto que el otro agrupa a los askenazi.

Netanyahu y su partido llevaron la campaña electoral última concorde con la mentalidad de su clientela política: echando mano de argumentos de sal gorda y apelando al miedo primitivo al peligro de una “palestinización” de Israel a causa de la gran fertilidad de los palestinos con pasaporte israelí y que hoy en día ya representan cerca del 20% de la población total de la República.

La insubstancialidad de esos discursos electorales del Likud quedó patente cuando los juramentos preelectorales de Netanyahu de que “?conmigo no habrá jamás un Estado Palestino?” se transformaron enseguida después de la victoria -y ante la presión de los aliados más importantes de Israel- en predisposición a hablar del tema.

Naturalmente, la preponderancia en cada momento de uno de esos segmentos de la sociedad israelí es muy inestable. En parte, por las luchas partidistas en el Parlamento; y en parte, porque el espíritu de solidaridad del país es enorme ante situaciones realmente críticas.