Una niña de doce años engañó a todo un experimentado Juanito Oiarzabal! Esta es la sorpresa a la que condujo el juego de mentiras de El impostor, el nuevo espacio de ETB-2, estrenado el pasado miércoles con un buen resultado de audiencia, 9,4% de cuota de pantalla, unos 155.000 espectadores de media, y que también ha servido de presentación de la bilbaina Adela Úcar en nuestra cadena pública después de su exitoso periplo como reportera de acción en Cuatro. Este reality familiar, intrigante y divertido, viene a ser como esos entretenimientos que, entre risas e ingenuidades, ocupan la sobremesa de los fines de semana en los hogares donde reina la alegría. Tiene de bueno que es auténtico: la familia que inserta en el clan a una persona ajena, el invitado que intenta desenmascarar al infiltrado y el complot de trampas e intuiciones de los que se valen unos y otros para intentar ganar el premio. Atrapa su sencillez y el poder de simulación de las personas corrientes.
La producción es excelente y adquiere ritmo con los cortes flashback de los diferentes personajes y el relato conductor de Adela. El único error está en desvelar, casi al principio, la identidad del intruso. El programa toma así partido por el grupo y deja emocionalmente desvalido al invitado. Es una opción discutible, porque podría resultar más atractivo situarse en un punto equidistante y dejar la resolución del misterio para el final. Puestos a implicar al espectador en el juego es mejor que cada uno elija sus preferencias por cualquiera de los bandos. Lo previsible es la antítesis de la intriga.
El impostor, producto de Pausoka, triunfa en China y otros países y se mantendrá con éxito entre nosotros por su cercanía y capacidad participativa. El debut de Adela Úcar queda minimizado con un papel excesivamente secundario, al que cabría otorgar mayor protagonismo en el diálogo con los concursantes, de ese modo que ella domina en la inmersión en la trama. Por cierto, ¿dónde tiene ETB a la otra Adela, nuestra Adela de siempre? Qué despilfarro.