Gobernar es difícil; pero no tanto como gestionar ETB. Es lo más complicado del mundo. En nuestros medios públicos tienen su sede todas las contradicciones políticas, lingüísticas, territoriales e identitarias de Euskadi. Y sorprende que se le conceda tanto valor simbólico, lo que lleva al país a verse reflejado en sus pantallas y que los partidos escenifiquen en este foro sus histerias electorales. Los socialistas, extraviados en la crisis poszapaterista, han pedido la dimisión de la directora general, Maite Iturbe, cuyo nombramiento avalaron hace un año. Dicen ahora que EITB “no estaba siendo una radiotelevisión objetiva, plural e imparcial al servicio de la sociedad”. Y como no han presentado pruebas que avalen semejante denuncia, tenemos que explicarlas.

El PSE tiene un problema: su irrelevancia política. Carece de poder institucional y sus presagios electorales son muy sombríos. Por eso, tiene que reinventarse como oposición, mientras gana tiempo a su naufragio. El ataque contra ETB es una estrategia de notoriedad, casi la misma que la de Pedro Sánchez con sus apariciones en programas frívolos. La recusación de Iturbe también tiene algo de vendetta, de cuando los jeltzales cargaron contra López y Surio en el cuatrienio trágico del frente españolista. Tal vez aquel apoyo socialista a la directora general quede tan lejano como para olvidar que fue solo una compensación por conservar algunos puestos y un salario para sus menesterosos.

PSE y PP no creen que ETB esté al servicio del PNV. Les basta con compararla con las cadenas andaluza, madrileña y gallega. El objetivo es la domesticación de ETB. Que no se informe ni debata sobre el derecho a decidir, presos, torturas o Catalunya. Ser más España. Y aunque están sobrerrepresentados en noticias y tertulias, quieren decretar su escaleta. Lo que no se entiende, salvo en clave cínica, es que EH Bildu se sume al orfeón constitucional tachando a ETB de “No-Do del Gobierno vasco”, una frase tan original que hasta Vocento, enternecido, le ha dedicado varias páginas.