Podemos estar tranquilos. Apenas han pasado unos días desde que se ha conocido la posibilidad de una fusión fría entre BBK y Vital y algunos políticos adelantan su intención de actuar de "controladores del espacio financiero" que se quiere crear cuando apenas se han puesto las sillas y la mesa de negociación. Como ejemplo ahí tenemos las declaraciones del lehendakari, que afirma que respaldará todas las operaciones "bien hechas", mientras que su socio parlamentario, Antonio Basagoiti, asegura que apoyará la oferta de fusión fría propuesta por la BBK a la Caja Vital si se demuestra que es "una buena operación".

Dicho lo cual, el resto de los mortales ya podemos dormir a pierna suelta. Estamos bajo la protección de la clase política que, según dan a entender dos de sus representantes, están mejor preparados para resolver el entuerto financiero que se nos avecina que los propios profesionales que dirigen y trabajan en ambas entidades. Son, a su vez, las máximas autoridades de los dos partidos que se opusieron a la fusión de las cajas vascas en 2005 y 2008 acusando de injerencia política del PNV y con el argumento de los populares de que sólo defendían los intereses alaveses. Un argumento que fue secundado por los socialistas.

Ahora, sin embargo, parece que no hay injerencia política alguna, aunque los primeros en hablar hayan sido los dos citados políticos que parecen ser incapaces de controlar su afán de protagonismo, cuando la situación económica y financiera de las entidades bancarias, así como el proceso de reestructuración de las cajas de ahorro, recomiendan prudencia y tranquilidad para llevar a cabo una fusión virtual que está basada en el Sistema Institucional de Protección (SIP) que obtiene en el pasado mes de abril su carta de naturaleza ante los problemas financieros generados por la crisis y por la estructura endémica de muchas entidades bancarias.

Se trata de proteger a las cajas de ahorro más débiles o pequeñas frente a un mercado que será muy agresivo en los próximos meses. Para ello, se utiliza el SIP o fusión fría, que es un contrato con 10 años de duración mínima y el compromiso de las cajas firmantes de ceder liquidez si fuera necesaria y beneficios. En ambos casos la cuantía mínima debe ser el 40%, que se distribuirá proporcionalmente a la participación de cada entidad en el grupo. En otras palabras, la fusión fría viene a ser como un aval mutuo que se conceden las cajas de ahorro para hacer frente al pago o refinanciación de la deuda que hayan podido contraer.

Parece que ahora los "controladores del espacio financiero" están dispuestos a dar la salida para el vuelo de las cajas vascas. Quizás se deba a que tanto el Banco de España, como el BCE, la propia Comisión Europea y el Gobierno español así lo están exigiendo. Ahora apoyan un SIP que protegerá a las cajas vascas y que, en buena lógica, debe terminar en una fusión real. No obstante, vuelven a dejar caer condiciones como que esté "bien hecha" y que sea "una buena operación". En otras palabras, los presidentes de las tres cajas vascas en 2005, Carlos Etxepare (Kutxa), Xabier de Irala (BBK) y Gregorio Rojo (Vital) no tuvieron criterio financiero cuando propusieron una fusión real de las tres entidades y estuvieron manipulados por los insaciables nacionalistas vascos.

A nadie se le oculta que el mercado financiero de los próximos años va a ser extraordinariamente agresivo y sólo entidades con fortaleza serán capaces de sobrevivir. Pero ese horizonte también se veía hace cinco años y, con más claridad, hace dos. Entonces prevalecieron los intereses políticos de los partidos que estaban en minoría y ahora quieren ser los protagonistas de una necesaria fusión, aunque llegue con cinco años de retraso. Seguirán hablando porque, parafraseando un dicho italiano (come como quieras, vístete como dicen los otros), hoy se les puede decir: habla lo que quieras, pero haz lo que dicen otros.