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¿Narcotráfico o narcoterrorismo?

El poder de los cárteles mafiosos es descomunal; su capacidad para corromper voluntades, infiltrarse en los poderes de un estado lo convierten en un enemigo al que resulta muy difícil doblegar. El emblema que mejor lo representaría es una hidra, que al igual que en la mitología griega, cada cabeza que se le cortaba, era sustituida por otras dos. Nuestras sociedades, hedonistas, han abrazado el consumo de drogas en busca de una paz interior ficticia, una alegría artificial que una vez la víctima ha llevado a cabo sus primeros escarceos, se convierte en un esclavo dócil, un pelele, un mequetrefe sin voluntad.

Una lucha sin cuartel, empleando todas las herramientas por severas que resulten, debe ser llevada a cabo para erradicar esa plaga; no podemos permitirnos ser tibios ya que con los cárteles no se negocia, se les combate. Vemos a personas convertidas en muertos vivientes, genuinas piltrafas que han perdido hasta el último ápice de dignidad. La droga es el quinto jinete del Apocalipsis, el compendio de los otros cuatro: Una metástasis que todo lo corroe, una termita voraz, una aluminosis que degrada y destruye las sociedades. Traficar con drogas es terrorismo puro y duro.

Mano dura sin complejos ni vacilaciones, hasta sus últimas consecuencias, es la única respuesta para erradicarla. El pueblo soberano así lo exige.