He decidido esta mañana temprano, antes de que los turistas y paseantes jubilados abarroten la ciudad, dar una vuelta por el lugar que me acoge hace años. La he encontrado tan bonita que me han dado ganas de ser guía turístico cuando he visto uno, dos, tres grupos de turistas alemanes y francesas haciendo fotos del Redín y alrededores de la catedral en una mañana espléndida, que hacía honor a la luna llena. Escuchando inglés, francés e italiano, siento que me devuelven la visita que tuve el honor de hacer viviendo en sus capitales, que por gracia o desgracia me ha tocado vivir. Una alegría inmensa, sobre todo a los y las italianas, que su dulce parlar me recuerda su gente y su tierra a la que adoro. Si tuviera, el tiempo y las condiciones, me dedicará a tiempo completo y por mi cuenta, a contar los cuentos y la historia de esta ciudad tan hermosa y amable como es Pamploa-Iruña, en su idioma, mirándoles a la cara.
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