De lo que uno se siente orgulloso y feliz es de haber estado y conocido la belleza de los hayedos de la selva de Irati y los pinares y rocas de la de la sierra de Cazorla, cerrar los ojos y sentir la diferencia. De haberse asombrado desde Notre Dame de París hasta la cúpula de la catedral de Florencia, como millones de personas, supongo. Desde la Fontana de Trevi, pasando por el río Escalda, y todo lo que conlleva, hasta el Támesis. Pero de lo que probablemente estoy más seguro de sentir la alegría de vivir es haber estado en la cabeza de este hombre labrado en música, en melodía y canto, en viento, cuerda y madera. Te colocas los auriculares, te concentras en la Novena sinfonía, te evaporas, en el tercer movimiento te derrites y cuando llega el canto te das cuenta que la vida está ahí y sigues. Federico García Lorca, Gabriel García Márquez y Ludwig van Beethoven creo que duermen en el mismo nido. Hace 200 años que estrenó la novena este animal músico.