Corría el día 22 de febrero del año 2014, cuando un golpe de Estado derrocó a Víktor Yanukóvich a la sazón presidente legítimo de Ucrania. 

Bruselas y Washington, recordemos a Victoria Nuland, decidieron alalimón inmiscuirse en Ucrania y perpetrar la destitución ilegal del presidente para imponer un gobierno títere acorde a sus intereses; y en ese momento no podemos olvidar los atroces bombardeos del gobierno ucraniano en el Este del país para eliminar a todo lo que oliera a ruso. 

A día de hoy, el pueblo ucraniano es el pagano que paga esta guerra que para Occidente se reduce a una mera inversión; los soldados ucranianos, obligados por el caricato Zelensky, mueren a millares y ya podemos hablar de una generación perdida. Ucrania se ha convertido en el arma de guerra occidental para luchar contra Rusia. La deuda del país es ya insostenible y cabalga desbocada convirtiendo a Ucrania en un vasallo que ha perdido su soberanía ante EE.UU. 

Medios tan prestigiosos como The Guardian y The Economist, en absoluto proclives a Rusia, reconocen sin ambages que la guerra para Ucrania está perdida y sin embargo seguimos empeñados en continuar financiándola ¿Qué fue de las cacareadas sanciones a Rusia?; el oso ruso apenas las ha notado y además ha ampliado sus exportaciones. 

Von der Leyen y Borrell inflamados de ardor guerrero exigen más madera para la guerra y de vez en cuando se ponen el casco para la foto. Qué sencillo es ser belicista cuando uno no va a la guerra, sus hijos tampoco.