Pues sí, llegó el día, ¡por fin! Y la Iglesia realizó un acto público en la catedral de Bilbao para admitir los muchos, continuos, vejatorios y solapados abusos sexuales cometidos dentro de sus filas y silenciados desde su estructura poderosa e intocable. Esa terrible realidad ha estallado y ha sido en todo el mundo y en sus diferentes ámbitos. Ocurrió en colegios, seminarios, asilos, campamentos... A remolque del gran estallido de hacerse público parece que la iglesia ha decidido, o no le queda otra, que aceptarlo y de paso recurrir al perdón, producto muy suyo. ¡Ojalá a algunos alivie! En el guion del acto de perdón Segura recordó la gran labor y dedicación de miles de religiosos en hospitales, colegios, etc. Cierto, yo tengo amigas entre ellos pero quizá no era el día de mencionarles, en la balanza están las dos realidades y una no alivia la otra, aunque se pretenda. No faltó tampoco recordar la pederastia existente en otros ámbitos; entornos familiares, clubs deportivos, pornografía infantil... Pues no, no consuela el mal de muchos consuelos de... ni es comparable el mundo laico con el religioso, todos tienen sus responsabilidades, claro que sí, pero ¿es lo mismo? ¿O se quiere dar a entender que la Iglesia no se libra de lo que le afecta a toda la sociedad? Lo que sí se echó en falta, después del reconocimiento de que han existido abusadores en sus filas es un claro y explícito manifiesto de la aceptación y encubrimiento, silencio y amparo que han existido por parte de la Iglesia y una petición de perdón desde ahí, desde la institución, quizá más responsable que los propios abusadores. Mi vida ha ido cercana a la Iglesia por distintos motivos, quizá eso me ha llevado a desalistarme, no sin dolor pero sí por coherencia, de sus filas. ¡Suerte, Iglesia!