Aniquilar la Constitución
Es la última (¿) acusación que el Señor Iturgaiz hace al nacionalismo. Resulta paradójico que quienes en su día votaron contra ella (a la sazón AP) se revistan ahora de “constitucionalistas” cuando son los primeros en incumplirla, pues llevan cuatro años impidiendo la renovación de las más altas instancias judiciales, que es un claro imperativo constitucional. Por ello España ha recibido serias advertencias de las autoridades comunitarias y del Consejo de Europa. Los mayores “aniquiladores” de la Constitución son, en mi opinión, los que se oponen sistemáticamente a su reforma, pues quienes de veras aman algo se ocupan de que siempre esté en “perfecto estado de revista”, lo que conlleva trabajos de mantenimiento, reparación, puesta al día para que en cada momento preste el servicio requerido. Un ejemplo. La Constitución de Portugal, que es de 1976, creo que va a abordar su octava reforma. Algunos pensábamos que la llegada del señor Núñez Feijóo cambiaría las cosas pero se ha visto engullido por los tentáculos del pulpo madrileño y se limita a contradecir al actual “gobierno ilegítimo”, prometiendo únicamente derogar las leyes por él promulgadas. No ofrece nada nuevo, algo que no hayan hecho nuestros actuales gobernantes.