El color del tiempo. Parece una majadería a simple vista, una expresión que no tiene sentido, un decir sin pies ni cabeza, una expresión propia de borrachos o de locos. El tiempo es inmaterial y no existe. Es una invención de la mente calenturienta de algún científico, poeta, monje o payaso. Pues no, existe y estamos rodeados de ello. Y si nos fijamos un poco, puede ser el mayor divertimento que tenemos a nuestro alcance gratis y sin límite de cantidad. Hay tanta cantidad de colores que nos envuelven la vida, que somos incapaces de verlos de un golpe. Y sus matices. Los grandes pintores lo han comprendido muy bien y lo han plasmado en la madera, en la tela y en el yeso. Pero no han hecho más que copiar lo que ocurre en la naturaleza con el paso de la luz por tu ventana personal, por tus ojos, durante todo día. Eso es, sí, el color del tiempo. Si te aburres, si estás confinado, si estas triste o alegre, tienes delante el mayor espectáculo del mundo. Si lo quieres ampliar por la noche, no tienes más que encender una vela y moverla de sitio. Entonces fabricarás algo insólito: el color del tiempo que está allí y pasa delante de ti. Maite ditut gure basterrak, lambroak… Amo nuestros rincones, cuando la niebla…