Hace años que el recibimiento a presos de ETA en sus pueblos, tras cumplir la correspondiente condena y más recientemente la conferencia en la UPV/EHU de López de Abetxuko, ha suscitado el lógico rechazo por parte de los familiares de asesinados por ETA, lo cual es fácil de entender. No obstante, muchos políticos rechazan la legalidad de estos actos considerándolos faltos de ética y utilizándolos una vez más como ariete contra todo lo que pueda significar autonomismo, nacionalismo, independentismo o cualquier insinuación sobre la plurinacionalidad del estado español, que es para ellos el pecado original. Paradójicamente, los hechos acaecidos en la dictadura, los obstáculos a la memoria histórica, los asesinatos en la democracia y sus indultos, el enaltecimiento público al caudillo, las condecoraciones a Billy el Niño y un sinfín de actos, tampoco éticos como los anteriores, aunque legales, de los que no se ha pedido perdón, no les producen rechazo alguno ni les perturban lo más mínimo reiterando, hasta la saciedad, que no hay que reabrir heridas. Nuevamente de la historia, no tan lejana, se lee lo que nos interesa, olvidando que quien siembra vientos recoge tempestades, que a menudo las sufren los menos indicados.