Eres de familia humilde. De un barrio marginal. En la escuela no te prestaban la suficiente atención. Fracasas en el instituto. Te enfrentas a entrevistas de trabajo en las que empiezas perdiendo: no tienes traje. Estás deprimido. Amargado. Malvives en una constante sensación de derrota. Y, un día, pruebas algo que te recuerda lo que era vivir sin preocupaciones, que te ayuda a salir del pozo. O eso piensas. Sin darte cuenta, has caído en lo más profundo del abismo. Desconocemos las historias que se esconden detrás de la heroína, el alcohol y las adicciones en general. Son personas que necesitan nuestra ayuda y la del Gobierno, pero nos hemos puesto de acuerdo para darles la espalda, negarles una oportunidad laboral, ayudas económicas y hasta limosna. “Por qué iba a darle un euro, si ya sé en qué se lo va a gastar”. La discriminación estructural hacia un colectivo tan vulnerable jamás arreglará un problema que cada año crece más.