No es necesario adentrarse demasiado en la historia de la cultura europea para darse cuenta de las circunstancias que motivaron que la música se despeñara en busca de “sonidos nuevos” y que el arte pictórico y escultórico acabara vertido en el callejón sin salida en que fatalmente se encuentra, ya que quienes lo practican se vanaglorian de prescindir del arte del dibujo, la perspectiva y la anatomía... Es abracadabrante -el ridículo es inconmensurable- que los partidarios de estas cosas traten de mal educados, ignorantes y provocadores a los ciudadanos que civilizadamente osan manifestar públicamente su discrepancia. El descalabro del llamado oficialmente “arte contemporáneo” -financiado, ¡ay! con los impuestos de los ciudadanos, de lo contrario no existiría- es inenarrable, pueril e insignificante. Es por todo ello que se ha convertido en el arte de la nada...