Como eventualmente estoy cojo del lateral izquierdo, salgo a la calle despacito, como en la canción. Observo la calle y me fijo en cómo camina la gente. ¡Madre mía la cantidad de cojos que hay! De todos los colores, jóvenes, viejos, tirando a jóvenes y tirando a viejos, gordos y flacos. Con muletas, con bastón, en silla de ruedas, a pelo como yo, y hasta motorizados. Somos casi una plaga. Hermanos en la alegría, en el dolor y en la pena cojuna, si nos unimos podemos hacer casi un partido político con gracia y con salero, a ritmo cojuno. No, por favor, político no, señora, que no nos querrá casi nadie. Nos convertiremos en peña: “La peña del cojo”. Y no haremos caso a aquello de que no hay cojo bueno; y sí aquello de: A la iglesia no voy porque estoy cojo, y a la taberna, poquito a poco. El único peligro que corremos es que los fachas nos consideren grupo a eliminar.