“Dios ha muerto, Marx ha muerto y yo me encuentro muy bien”. La corrupción es un mal que siempre ha existido, en la actualidad se ha vuelto cotidiano en nuestro país.

Históricamente los que siempre pagan los platos rotos son los más pobres y desfavorecidos; porque ciertos individuos decidieron tomar el dinero público para sus vicios y ostentación.

Resulta necesario y conveniente hacer una llamada social para que seamos todas y todos los ciudadanos del país parte de la solución y no del problema, ya que a muchos organismos e instituciones les quedó grande este papel.

La letrina política se ha desbordado y el lodazal se extiende por doquier. Los españoles ya saben que no hay día que no aparezca en tertulias e informativos nuevos casos de apropiación indebida, corrupción... No vivimos en una sociedad corrupta, lo que pasa es que hay personas que el pecado de la corrupción lo han elevado a sistema. Para ellos se convierte en una manera de vivir. No les importa que haya gente en el umbral de la pobreza y no tengan cubiertas las necesidades más básicas.

En una entrevista, el Papa Francisco decía: “La corrupción no es un acto sino una condición, un estado personal y social al que uno se acostumbra a vivir”.