Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que existe otra historia, la verdadera. Esta frase acertadísima a cuenta de tantas injusticias, que se han producido a lo largo de la historia de la humanidad, esta atribuida al cineasta y dramaturgo argentino Eduardo Mignogna. De injusticias y de fraudes a su propia historia saben ya un rato largo los familiares de fusilados y desaparecidos durante y después de una cruenta e infame Guerra Civil española. Son ya muchas veces en la que la justicia ha dado carpetazo a las justas reclamaciones de aquellos que quieren dar un digno adiós a sus seres queridos y perdidos en frías cunetas. Y esa justicia no deja nunca de sorprendernos suspendiendo de forma cautelar la que parecía definitiva exhumación del dictador Francisco Franco, de un mausoleo a la ignominia y la vergüenza, que en cualquiera otra parte de una Europa democrática, supondría una total vergüenza. Y quizas para rematar ese fraude a la historia y no contar la verdadera, se la atribuye en este ejemplar auto como jefe de Estado nada menos que desde octubre de 1936, obviando totalmente que el jefe legítimo del Estado era por entonces el presidente Manuel Azaña y que este no dejo de serlo, hasta su exilio y posterior dimisión, el 27 de febrero de 1939. No más fraudes a la historia.