Lo que temía el gobierno español es ya una cruel realidad: el juicio a los líderes del procés se ha convertido en una ratonera que afecta a su reputación internacional como consecuencia de la torpeza con la que se está intentando añadir un sesgo ejemplarizante y ser condenados por sedición. En Francia 41 diputados han pedido explicaciones al Gobierno español por el trato que están recibiendo los prisioneros en el procés. El ministro Pep Borrell ha sido protagonista entre cómico y grotesco en una cadena alemana, pues al interrogarle un periodista sobre el juicio a los líderes catalanes se levantó descontrolado gritando, abandonó el plató ofendiendo y faltando gravemente al respeto y profesionalidad del entrevistador, aunque éste mandó un “mensaje” al malencarado ministro. Tuvo que disculparse humillado para que el periodista aceptara reanudar la entrevista, pero después, soberbio como gallo desplumado, se despachó con disculpas de mal pagador ante serviles periodistas españoles que le hacían la pelota porque las preguntas no fueran las que él deseara. Aún falta la sentencia del procés que va a potenciar aún más el “prestigio” del Supremo y en especial el de su presidente, Marchena, quien va a saborear las hieles del rechazo del TEDH de la sentencia condenatoria previamente redactada.