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De la insignificancia

A veces creía que sí, a veces creía que no, hasta que decidió cruzar lo infranqueable y desentendiéndose de la premeditada cotidianidad inicio su recorrido por la Dama. Entonces hay una entrada, un recorrido, una visión, una fotografía y una impresión: una hormiga paseando en una cámara hermética por la cabeza de la Dama de Elche... Parece que vivir en la rotundidad, en la seguridad absoluta no es factible.

El insecto eusocial dejó paso a la máscara más pequeña del mundo: la nariz de payaso. El que identifica a quien se carga las obras del payaso blanco que no guarda mala intención. Aquel día una serie de puntos rojos adornaban mesa insigne y con permiso del depositante, una fue a parar a alguien tan merecedor e inocente como un niño...

Abriéndose la tierra en aquel momento, dos puntos nuevos provocaron un silencio de ultratumba. Son insignificancias que provocan involuntarias y ridículas revoluciones. Puede que nos sintamos fuertes de decisión, importantes, poderosos, creando distancias o puede que no veamos o no queramos ver con claridad lo que hay delante: simple y sinceramente que lo pequeño desvela verdades y provoca revoluciones.