Los cuidados de salud más que una demanda de las personas ha devenido en la sociedad que vivimos en una exigencia. Pero no nos equivoquemos, que no exigimos nos restauren la salud, sino que nos de una píldora, un empujón para seguir nuestra loca carrera. Aunque el motor vaya gripado y perdiendo aceite queremos seguir, ni nos queremos parar a pensar en las consecuencias de nuestros actos.

La sanación es una cosa muy diferente. Para empezar requiere humildad, reconocer que estamos enfermos, no como hacen usuarios de los Sistemas de Salud, cada vez más, proyectar su enfermedad en el sanador y exigirle que le cure según el guión que él ya tiene establecido de antemano. La curación, en el sentido de sanar y no de poner un parche tras otro, necesita esa humildad y una indagación en las causas; parar la marcha que llevamos y plantearnos seriamente a dónde nos lleva.

Con las coordenadas actuales de Asistencia Sanitaria, incluso con los nuevos intentos de abordarla, como el programa de Crónicos del Sr. Bengoa exconsejero de Sanidad de Euskadi), esto no es posible. Quizá a Obama y la sociedad americana les pueda servir, pero eso no es medicina, sino pura extensión a toda la sociedad de nuestra neurosis (psicosis muchas veces) colectiva. Una psicosis que nos está dividiendo y desintegrando todos los logros sociales cada día más. Entre otras cosas, y debemos aquí reconocer todos el mea culpa por habernos dejado arrastrar por la loca mente y estemos perdiendo, a marchas forzadas, la consciencia de nuestros actos y de nuestras vidas.