Acabo de leer, no sé dónde, que este próximo año se estrena una serie basada en el universo creado por Ridley Scott en torno al personaje del xenomorfo Alien. Que ya son ganas de prolongar el festival de babas, dentelladas y desmembramientos propios del género.
Captar a una nueva generación de seguidores-clientes-consumidores es su objetivo, pero no tengo claro que sea tan fácil. No tanto por la multitud de propuestas de ocio con bicho homicida como porque, sencillamente, el terror ya no es lo que era.
En el espacio nadie puede oír tus gritos rezaba el eslogan de la película original y, ahora mismo, a nadie le importa un pito porque tampoco en la superficie del planeta prestamos atención a los cientos de miles de gritos diarios de dolor, de terror y de súplica. La generación que no considera a Alien un personaje digno de aterrorizarles desliza su dedo sobre la realidad más inquietante hasta convertirla en meme, en el mejor de los casos.
Sin reproches, que esto lo han aprendido de nosotros y solo han automatizado el gesto en sus pantallas inteligentes. No es que la guerra y el resto de formas de provocar sufrimiento humano hayan brotado de pronto. Vietnam, la primera guerra televisada, fue la última capaz de provocar horror. Una vez vista la herrumbre moral, el efecto deshumanizador y una vez experimentada la necesidad de seguir viviendo después nuestro día a día, no hay brutalidad gore que nos sobresalte y trascienda la condición de espectáculo para mayores de 18 años. Así que no le auguro más de una temporada a la serie Alien. Planeta Tierra. Después de ocho episodios de convivir con humanos, el bicho depredador huirá al espacio exterior por puro instinto de autoconservación.