Que viene el lobo! Así dice el cuento que gritaba el pastor para tomar el pelo a sus compañeros. La moraleja la conocemos todos para aplicarla a no tomarse a chufla las cosas de comer, por si las profecías autocumplidas. Pero es mucho menos explicable que, después de habernos topado con este mismo lobo del riesgo de desabastecimiento por huelga del transporte, con su hermano de afiladas garras clavadas en el precio disparado de los carburantes y con su primo, el del colmillo revirado que cierra empresas por falta de suministros, todavía haya quien piense que basta con tocar el cuerno en el monte para tranquilizar al rebaño. Porque, hasta ahora, poco más que eso han hecho las autoridades españolas y las europeas ante la llegada más que anunciada de otra crisis energética.

Desde luego, el horizonte de diez días que maneja Sánchez para proteger la actividad y los bolsillos frente al precio de las energías es a todas luces -perdón, a todas velas- insuficiente para dar la debida estabilidad a la ciudadanía y al tejido económico que están viendo cómo, mientras tanto, los lobos le han empezado a arrancar bocados a su sostenibilidad, que es la del empleo.

Ya decía Atahualpa Yupanqui que "las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas" y "se van por la misma senda", que es la senda de otra crisis del crecimiento económico. No sé cuántas vaquitas saldrán indemnes de la nueva acometida de los lobos de la economía del hidrocarburo pero sí que algunas se van a perder y que las penas serán tanto más profundas cuanto más tardemos en alejarnos a la manada.

Hidrógeno, energías renovables, eficiencia en el consumo. No tenemos otro cayado con el que espantar a tanto colmillo y habrá que ser paliativos inmediatamente y firmemente constantes luego en el cambio de nuestro mix energético. Cuando se acaben las vacas, los lobos irán a por los pastores.