No nos gustó el papel de gendarme mundial, de controlador de la estabilidad, porque debatíamos si no impondría por la fuerza intereses ajenos a nosotros. Sin embargo, hemos delegado esa función tanto tiempo en Estados Unidos que hemos llegado a creer que nuestra estabilidad estaba mejor en sus manos. Cuando llegó el que dijo que no quería ser el gendarme mundial por más tiempo, casi nos pareció bien. Pero el nuevo poli en la ciudad no busca servir y proteger sino asegurar su negocio. Así que sigue armado, dicta su ley y exige un pago por protección. Es el peor guion de polis corruptos, pero nos toca vivirlo.
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