Más de 40 años acudiendo regularmente a San Mamés no cualifican una opinión –la mía– sobre otras, pero sí ha visto uno casi de todo. Enfrentamientos dentro y fuera, gamberrismo y acoso, pero también convivencia sana, reivindicación social y política, que se puede o no compartir pero que se recibe con normalidad en el espacio común. Hay quien se siente “acosado” por un control estricto y convendría actualizar el baremo: en San Mamés nadie impide ejercer de athleticzale. Es triste que no se anime, pero más que haga falta una huelga de animación para que no nos sancionen por insultar. No pidamos impunidad.