SÁNCHEZ dijo que tenía que parar. Y paró. Más tarde, después de amenazar con marcharse, dijo que se quedaba. Y se quedó. Y dijo que lo hacía para luchar contra la máquina del fango. Pero de momento, más allá de dar entrevistas en los medios de comunicación que le son amigos, no hemos podido conocer ninguna medida concreta. Y es lo que le están reclamando no ya sus adversarios –a los que él considera enemigos– sino sus propios aliados, que son quienes comparten objetivos en esa batalla que parece querer liderar contra desinformadores e intoxicadores. El tema es que dijo que iba a hacer; pero hacer, hacer, no ha hecho nada. Ni siquiera predicar con el ejemplo.

Y es que no parece que lo mejor para luchar contra los bulos sea que un ministro de tu gobierno se salte todos los estándares diplomáticos y afirme que el presidente de otro país consume no sé qué sustancias. No lo es, incluso, aunque ese presidente actúe como si lo hiciera.

Y no sé, serán cosas mías, pero diría que para desenfangar la política tampoco es la mejor idea que un candidato de tu partido, en un mitin electoral, se venga arriba y suelte que un expresident de la Generalitat, y a su vez candidato de una formación de cuyos votos te has valido para seguir en Moncloa, salió de Catalunya “meao y cagao en el maletero de un coche”. Y es que algunos, que de bulos y fango algo conocemos, quisimos ver sincera la carta de Sánchez y empatizamos con la impotencia de quien ve sufrir a sus seres queridos.

Pero, claro, parece difícil pensar que quien tan afectado se encuentra por los ataques sufridos vuelva a la arena política metiendo una marcha más a toda esa maquinaria del fango y de los bulos que dice querer combatir y uno llega, incluso, a plantearse que todo pudo ser una estrategia para captar la atención mediática y forzar, artificialmente, una confrontación con la extrema derecha que le suele salir rentable. Quién sabe, serán cosas mías.