A Felipe VI le ha empezado a pitar el oído derecho. La diestra española, habitualmente tan monárquica, le hace reproches ahora y hasta grita por las calles “los Borbones a los tiburones”. Qué culpa tendrán los escualos. El caso es que el rey, presunto árbitro de las cuitas políticas, parece enfurruñado últimamente, seguramente por esa presión de quienes le reprochan que no haga ni diga nada y que vaya a firmar la ley de amnistía. El lenguaje corporal, como pareciendo enfadado, le ha delatado ante la presidenta del Congreso, Francina Armengol, y en la jura de Sánchez. A ver qué dice en Navidad.