MAÑANA se cumplen tres años desde que Carlos Iturgaiz fue elegido presidente del PP del País Vasco. Algo más de siete meses antes, había sido nominado a dedo como candidato a lehendakari de los populares tras la renuncia de Alfonso Alonso por no plegarse a los designios de Pablo Casado. Estos días, Iturgaiz está despidiéndose. Como era de esperar, lo está haciendo con grandes dosis de autocrítica. El martes dijo en Onda Vasca que cuando asumió el reto de volver a Euskadi “el tren estaba descarrilado y había que ponerlo en la vía”. Añadió que ahora “otros” tiene que ponerse a los mandos de la locomotora pero el tren “está en la vía y el PP vasco está fuerte, unido y estable”. Y olé. Obviamente, si el convoy estaba descarrilado era responsabilidad de Alfonso Alonso, aunque el partido entonces parecía tan fuerte, unido y estable como ahora. En este punto, conviene recordar que en las elecciones en las que Iturgaiz fue candidato a lehendakari ese año 2020 el PP obtuvo 60.650 votos (el 6,77%) y seis escaños –en realidad, cinco, porque el otro era de Ciudadanos, partido con el que iba en coalición–. El peor resultado del PP. Más de 47.000 votos menos y cuatro escaños menos que los que había logrado el descarrilador Alonso. Poco más de un año y medio antes de ponerse como maquinista, Iturgaiz hizo la presentación –algo surrealista– de la conferencia que iba a impartir Alfonso Alonso en el Forum Europa con frases como: “Alfonso es mi amigo”, “es el gran líder del centro derecha vasco”, “el muro de contención contra el nacionalismo”, “el gran referente y baluarte del constitucionalismo vasco en esta tierra”, “estoy encantado de que la batuta del PP esté en las manos de un gran líder como es Alfonso Alonso”... Ayer, el todavía presidente del PP vasco pidió una candidatura de unidad para sucederle, es de suponer que en torno a Javier De Andrés. Yo que el ex diputado general alavés y exdelegado del Gobierno español en la CAV no dejaría que Iturgaiz me diese una elogiosa alternativa.
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