EL título que encabeza esta columna es, obviamente, una provocación. No pretende ser más que un incitador meneo al lema –machaconamente difundido hasta ahora– de ese colectivo de ertzainas en lucha y de algunos sindicatos de la Policía vasca de “Sin acuerdo regulador digno no hay Tour”.

Al contrario que ese eslogan, el titular de este artículo ni quiere ni puede ser amenazador: la Ertzaintza sobrevivirá al Tour pase lo que pase, y también a los y las ertzainas cabreados. Por suerte. Pero nada va a ser igual, al menos durante bastante tiempo.

Las reivindicaciones de los agentes pueden ser discutibles pero son legítimas siempre que se ajusten al marco establecido. Otra cosa es que sean asumibles, no ya por el Gobierno vasco obligado a gestionar los presupuestos y las condiciones, sino por la ciudadanía vasca, que es al fin y al cabo quien paga.

Lo que ya no es admisible son las formas que han adoptado los ertzainas en lucha y, en claro seguidismo por intereses propios, los sindicatos. La etérea pero obvia amenaza sobre el Tour en su histórica cita con Euskadi, el tono y las palabras gruesas, la intolerable utilización de fotografías con los rostros de personas que trabajan en el Departamento de Seguridad –cuatro de ellas, mujeres– en carteles y pancartas que se pasean por las calles con evidente ánimo intimidatorio, el señalamiento con el dedo acusador de periodistas y cualquier persona que ponga en cuestión sus actitudes, el lenguaje corporal agresivo, las bengalas encendidas en sus manifestaciones imitando a los ultras del fútbol –al Athletic le han multado por permitir su uso en Lezama–, etc. son, curiosamente, actitudes fascistoides que en otros tiempos se utilizaron profusamente contra la Ertzaintza.

Todos hemos visto estos días ciertos mensajes e imágenes en las redes que desacreditan a sus autores. El colmo ha sido ese estremecedor y casi psicopático “Vamos con todo. Actuaremos en consecuencia” que desmerece la placa del que lo escribe, lo tuitea, lo pronuncia o guarda un silencio cómplice.