PEGADOS literalmente al transistor, aquel 1 de mayo de 1983 pudimos gozar desde la distancia del privilegio de sentir que el sueño de ver un Athletic campeón se hacía realidad. Dos días después, con el en aquel momento incierto estreno de la gabarra vivimos lo indescriptible. Sí, es nostalgia, melancolía. Pero es necesario seguir contándolo para que las varias generaciones que no han vivido esa escena la conozcan y la deseen. La afición del Athletic –todos los menores de 45 años– necesitan más temprano que tarde otro equipo campeón. Vivirlo y contarlo. Ya vamos tarde.