SE cumple un año desde que Rusia decidiera invadir Ucrania. Pensó Putin que aquello iba a ser coser y cantar. Pero la resistencia del pueblo ucraniano a dejar que el presidente ruso decida su futuro por la fuerza ha sido de tal magnitud que doce meses después el Kremlin sigue sin cantar victoria. En el debe, la vía diplomática obligada desde Europa para que Rusia se repliegue y abandone la violencia. Más ahora que se eleva el tono y se habla de opciones nucleares. En el deseo, como hace un año, que las miles de personas desplazadas vuelvan a casa porque todo ha terminado. Aunque para ellas, ya nada volverá a ser igual.