LOS que me conocen saben que me gusta salir en bici a ver paisajes cambiantes y gozar de mi soledad. El pasado domingo eché en falta mi paseo en bici porque fui a Antzuola, ya que, al fin, gente importante vino por allí. El lunes fui ansioso a cogerla, estaba averiada y, cabreado, la llevé a arreglar, lo que llevó dos días. Tres días era un vacío demasiado grande, hasta que de repente recordé lo escuchado el domingo a mi amigo Aitor Urrutia, que insistió en su antzuolana charla sobre la tríada "sentidu, pentsau eta egin". Descubrí que tenía que calmarme, que me pesa demasiado el ansia de pasear cada día solo por creer que, por mi edad, en poco tiempo ya no pueda hacerlo, y decidí aligerarme de tamaña carga. En el fondo, me paré a sentir y luego pensar que el día que pueda salir, lo haré, y el que no, pues otro día será.

Ese beneficio de la calma me ha llevado a pensar en la oposición parlamentaria, que cree que trabajar es criticarlo todo cada día, como si mañana fuera tarde. Si una consejera, con mejor o peor fortuna, hace declaraciones, resulta que, entre lo que exageran los medios y la hipérbole que le aplican los opositores, se termina por crear un susto social inenarrable. Demasiadas veces los asuntos se van de las manos por una oposición angustiada en aprovechar la situación y ocupar con urgencia el espacio de la crítica, nunca el de la construcción.

Desde que he descubierto que no hay por qué salir por salir en bici, sino que lo tengo que sentir y pensar, soy más feliz. Si la oposición no criticara cuando faltan motivos más allá del criticar por criticar y también se lo tomara con serenidad, sintiera y pensara que solo debe criticar cuando hay razón real justificada para hacerlo, serán y, sobre todo nos harán, más felices. No es hacer por hacer, antes hay que sentir y después pensar. Solo por eso mereció la pena ir a Antzuola y no andar en bici.

@Krakenberger