ON legendarios, qué sé yo, el You´ll never walk alone, tan propio de Anfield, cuando el Liverpool juega en casa; los impresionantes mosaicos y pancartas que la afición del Borussia Dortmund despliegan en el Westfalenstadion (por razones de patrocinio hoy en día llamado Signal Iduna Park...), y que utilizan para jalear a su equipo o los cánticos y eslóganes que la famosa afición del Olympiakos bombardean desde el Georgios Karaiskakis. Es la costumbre, ya les digo, apoyarse en el eterno jugador número 12. Hablamos del mismo al que hoy jueves invocará el Athletic en San Mamés, uno de esos campos de fútbol donde la afición canta el himno a capela, arde en llamas a cada minuto desde el primero y juega lo suyo, como si fuese una fuerza rojiblanca más sobre el césped.

San Mamés vivirá hoy su tiempo. Es la ocasión que resta para llevar a los leones en volandas hacia la tercera final de Copa consecutiva. Será la última misión prestada. Los más de 45.000 aficionados rojiblancos que acudan hoy a San Mamés van a empujar con el alma. Serán clave para dar continuidad al fútbol de los suyos cuando falte el aliento o para despertar la memoria cuando haya que recordar a Munuera Montero que el juego rocoso del rival sobrepasa las cordilleras de la legalidad.

San Mamés se nombra con mayúsculas cuando se habla de la historia del fútbol pero su aportación es algo más: raya la leyenda. Los rojiblancos han demostrado una y mil veces que el espíritu de la vieja catedral, curtido en mil batallas, es un aliento capaz de derribar al topoderoso Goliat. Llega hoy el Athletic a las semifinales con la fe que nace de haber tumbado a dos gigantes como el Real Madrid y el Athleticel Real MadridBarcelona y con el hambre se haberse quedado con la miel en los labios de los últimos años, cuando las finales dejaron al equipo a centímetros de la gloria.

San Mamés es inasequible al desaliento. Sobre su césped se han visto cosas que jamás se dirían: la resurrección de los muertos, el gol salvador que te lleva a la victoria cuando el partido ya está llorado, el empuje a los jugadores más allá de la frontera de sus capacidades. Allí se han dibujado parábolas imposibles y se ha visto a un hombre correr cuando las leyes de la física decían que a esas alturas era imposible. Se ha visto al Athletic agigantarse como si fuese un ser mitológico, a los porteros firmar prodigios con las yemas de los delanteros y a los delanteros estirarse a la caza de un remate que parecía perdido; allí se ha visto como los sueños pueden convertirse en realidad a nada que uno crea en los colores y en el pueblo que representan.

Esta noche se espera algo similar. Cuando el Athletic salga de caza en las semifinales de Copa, sabrán, sabremos, que es posible hacerse con la presa.