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MESA DE REDACCIÓN

Susana M. Oxinalde

Resistencialismo

A existido un relato extraño en comparar la caída de António Costa, el despertador de suspiros con su gobierno a la portuguesa, con Sánchez y un gabinete donde la agenda la marcan las riñas internas y los apoyos externos. Sánchez ya convocó una vez elecciones porque no se le apoyaron las cuentas tras la moción de censura que le hizo presidente. Eran otros tiempos, hubo dos elecciones generales el mismo año que fragmentaron un Congreso donde Vox dobló escaños hasta hacer imprescindible un gobierno preventivo que metió en el búnker a España entera. El ángel de la guarda de Sánchez ató los apoyos por puros factores exógenos, que es tanto como que te apoyen por guapo y buena estrella, que de tan grande, y tan estrella, el chichón en la caída será, seguro, tremendamente democrático. A partidos como a Junts le importa poco, su trabajo de sostén está en los demás mientras se juega a la resistencia que es más o menos lo que viene haciendo Sánchez desde que le conocemos: resistir a su partido, a Iglesias, a la debilidad parlamentaria, a sus leales, resistir a la derecha tras los indultos, a Susana, a Mariano, a la costumbre de la galanura, del charm y a Carmen Calvo. El aguante de este hombre es tan bestia que vive al borde de sí mismo con todos sus cadáveres en el armario y un escenario tan de fábula que le ha hecho hasta el boca a boca a la socialdemocracia cuando la nada ideológica nadaba en Ferraz. Ahora se llama resistencialismo. Y a todo confort, oiga.

susana.martin@deia.eus