A destitución de Gaizka Garitano ha cumplido a rajatabla el rito del fútbol de hoy en día, con todas las etapas imaginables: el clamor de gran parte de la afición -ensordecido por la ausencia de público en San Mamés... y las restricciones en los bares-, el desmentido de que cada partido era una final en la que se jugaba el puesto, la proclamación de la inquebrantable confianza del presidente y la Junta en el técnico y su reafirmación en el puesto, el cese justo cuando el equipo gana y, para rematar, el fichaje de un entrenador de dudosa reputación en Bilbao. Suerte a todos.