OS estados, Hungría y Polonia, cu-yos actuales gobiernos ultraderechistas y populistas no superarían los estándares para entrar en la UE, están desnudando -otra vez- la endeblez política e institucional de la Unión. La justa y razonable intención de Bruselas de supervisar el respeto al estado de derecho y los derechos humanos de cada país ha llevado a Hungría y Polonia -que, obviamente, saldrían muy mal parados- a enrocarse y a chantajear vetando los fondos de recuperación para ayudar a paliar los efectos de la pandemia. Miembros impropios y unanimidad exigida: dos grandes males de la UE.