L jugador de fútbol Unai Etxebarria ha sido despedido del Granada, equipo en el que jugaba de guardameta, tras lucir la camiseta Altsasukoak aske! Podría ser una anécdota, pero no lo es, ni Altsasu una mera palabra, el nombre de un pueblo de Nafarroa, sino una trinchera que divide a la sociedad española entre los que creen a modo de verdad de fe la versión montada por la GC, el partido en el gobierno y los medios de comunicación desde el primer momento, desde que la Policía Foral tuvo que inhibirse, lo mismo que la Audiencia de Pamplona, y los que opinamos que se trataba de un montaje de castigo y escarmiento, con rasgos de pura y simple indefensión por parte de los acusados y condenados desde el primer momento... Basta remitirse a las mentiras propaladas por medios de comunicación afines al Gobierno con intención de provocar alarma y reacciones populares. Portadas indecentes, linchamientos sin recato, algo asombroso. Irreconciliables, por completo irreconciliables, así pase el tiempo que pase, porque ahí se dilucidan más asuntos que los de la pelea.

Por fortuna no somos jugadores de futbol, pero no solo de un equipo de fútbol pueden echarte: si en determinadas circunstancias no cantas a coro o repicas las consignas oficiales, puedes perder amigos, relaciones sociales, trabajos (sin que te digan el motivo) y verte convertido en réprobo y en apestado.

Como digo, no somos cuatro gatos los que opinamos que en la camiseta de Etxebarria no hay enaltecimiento del terrorismo alguno, porque era una pelea de bar, muy de madrugada, en día de ferias, cuyas precisas circunstancias no han llegado a conocerse nunca, entre otras cosas por la inadmisión sistemática de muchas pruebas que desvirtuaban la versión oficial, como consta de manera cumplida en las actuaciones: no es terrorismo, lo juzguen como les convenga.

El caso es que no solo Altsasu vuelve a estar en el escenario mediático, por la expulsión de Unai Etxebarria, sino porque un botarate demostrado con mando en plaza, como el mendaz Casado, pide nada menos la disolución gubernamental del ayuntamiento de la localidad por causa de la autorización del Ospa Eguna, mientras la Audiencia Nacional no vio motivo para impedir que se celebrara ese día que escandaliza a la derecha y sus medios, y es motivo de ataques al gobierno por permitirlo.

No reprobar, no rasgarse las vestiduras por la decisión de la Audiencia y no pedir el linchamiento mediático y político del pueblo de Altsasu es estar con los violentos. ¡La Patria está en peligro! Pues no, ni lo que llaman patria y solo es un cuartel está en peligro, ni no prohibir esa celebración, que ya viene de lejos, es estar con los violentos ni atacar otras figuras jurídicas convertidas en tabús sociales y políticos, como es la humillación de las víctimas del terrorismo. El respeto a las víctimas del terrorismo no pasa por corear consignas de ocasión de partidos políticos que te son ajenos ni formar en banderines de enganche patrióticos y bullangueros, ni mucho menos por participar en un albondigón de leyes retorcidas e inaplicables y de mentiras interesadas. Es de buenos españoles condenar a Altsasu y pedir la cabeza de todo el que tenga algo que ver de cerca o de lejos con ese Ospa Eguna que pide la retirada de las fuerzas policiales, algo que te guste más o menos no es ahora mismo delito. El proceso de sacralización y culto de los uniformados empezó hace mucho: es necesario para una sociedad de vocación autoritaria y gobierno parejo. Y mejor no hablar de compartir sensibilidades morales y asuntos parecidos. Es una cuestión de conciencia (al margen de su actual tipología penal) y como tal debería ser tratada, pero se ve que no es así y que se utiliza como conviene. Ahora bien, qué importa todo lo anterior, si de lo que se trata es del acoso y derribo del Gobierno de coalición, y de no respetar, en ningún caso, el resultado de las urnas, ni el de las elecciones municipales (de Altsasu) ni el de las generales que sostienen al actual Gobierno. Cualquier pretexto es bueno y Altsasu por lo ya atribuido, les resulta inmejorable.