O han sido las voraces y desalmadas farmacéuticas que solo buscan beneficio sin importarles la gente las primeras en anunciar y registrar la vacuna contra el covid-19. Antes incluso de concluir los ensayos y demás exigencias científicas, Vladímir Putin ha vuelto a emular a sus predecesores y, como en la Guerra Fría, ha sacado pecho nacionalista aprobando el fármaco de un laboratorio público, que ha llamado Sputnik V, en alusión al pionero satélite ruso que humilló a EE.UU. Al menos, el Sputnik II no llevaba a bordo a una hija de Kruschev, sino a la perrita Laika.