URIOSA situación esta en la que nos encontramos. Toda crisis de salud significa, por afinidad, una crisis social. En este caso, con el agravante social del confinamiento. De momento, intentamos salvar los muebles y hacer descender los índices de contagio. No parece que por ahora vayamos ganando la batalla al virus, de acuerdo con los datos que nos da el gobierno. La situación, decía, se hace curiosa desde el momento en que estamos viviendo una de las más importantes crisis de la historia con efectos que ya no podremos solucionar en el corto o medio plazo. Y nada sabemos porque al no salir a la calle ni socializar, hay cantidades ingentes de información que se pierden. La observación se hace muy complicada desde la ventana de cada uno. Y las redes sociales, que como plataformas digitales saldrán muy reforzadas de esta pandemia, no están siendo usadas precisamente como informativas, sino desinformativas y tendenciosas. Nos sirven para saber cómo se encuentran nuestros seres queridos, también para tener la pantalla constantemente llena de información indeseable, generalmente con interés político.

En circunstancias como la que vivimos hoy, hay gente que no deja de pensar en el rédito político que puede generar una crisis. No me refiero solo a los partidos políticos, de los que ya se esperaba cualquier tipo de vileza, tal ha sido su comportamiento en todas y cada una de las crisis que hemos vivido: terrorismo, pandemias, economía. Me refiero a aquellas personas que, alentadas por la ideología, difunden toda la cantidad de basura que llega desde las agencias contratadas por los partidos. Queda claro el concepto que existe del ejercicio de la oposición en este país: ganar el poder al precio que sea, mentiras, insultos y descalificaciones incluidas. Tal y como comentaba un antiguo cargo autonómico de la antigua AP, alarmado por las formas de hoy: en España hay quien considera que si los suyos no están en el poder, todo está permitido para derribar al gobierno, incluyendo mentiras y crispación social. Y esto sucede en tiempos de crisis como esta que hoy vivimos.

En este momento se han juntado en la arena política una serie de cuestiones que conducen, de forma inequívoca, a la manipulación por medio de la mentira y el insulto: nuevo gobierno, crisis de salud (con todos sus derivados) y oposición resentida. Un cóctel que provoca en los votantes de la oposición una borrachera descontrolada en la que se reenvía lo primero que le llega a la pantalla sin pararse a pensar en la calidad de esa información, aunque sí en sus consecuencias. Tal es la situación que, harto de ver en las redes mentiras de esas que sorprenden al más gixajo, uno ha determinado abrir un buzón de basura al que destina toda la que llega en forma de meme. Y sé que no se sorprenderían de las cosas que en él se guardan porque seguramente también las habrán recibido.

En ese buzón no se depositaron todos aquellos audios que llegaban sembrando el pánico y que empezaban siempre de la misma manera: "Hola, soy fulanito de tal, médico en tal hospital y os cuento que€" y la correspondiente catástrofe de turno. Sí, eran tendenciosos, tenían política de fondo, pero fluyeron a principio de la crisis y entonces la gente estaba asustada y confusa; algunos quisieron dedicarse a ejercer el servicio público. Fue más adelante cuando el fondo político salió a la superficie: los insultos, el desprecio, la vanidad dominante de toda ideología€ En una ocasión se alertaba a la población de que cinco helicópteros del ejército (lo que ya señala al gobierno), fumigarían la ciudad a las once de la noche, sin avisar a nadie. Las falsas acusaciones a ministros, diputados, concejales de los partidos de la oposición, corren como la pólvora, por todas partes se habla de gente del gobierno robando mascarillas en coches oficiales y ya, en el fragor de la batalla y en un todo por la patria, hay quien no se corta en preguntar si dado lo que estamos viviendo hoy, se puede ya decir que con Franco se vivía mejor. Llegó un artículo periodístico que se anunciaba como censurado y cuya autoría se atribuía a Alfonso Ussía. Y uno pensó: ¿quién, si no Marhuenda, podría censurar un artículo de Ussía? Teniendo en cuenta que ambos navegan en el mismo barco y que tienen los mismos fines, no parece muy creíble esa censura. Pues resulta que puede ser verdad. Por cada noticia que es verdadera, aparecen al menos diez que son falsas.

En definitiva, que el coronavirus ha disparado el basuravirus digital. Este tiene intención, y objetivo y misión, y quizás por eso precisamente, el receptor/lector, que ahora, en el nuevo ecosistema digital se ha convertido en intermediario de los mensajes de los partidos, no está preocupado por su actuación irresponsable. Como medios de comunicación que son, las redes estaban abocadas a convertirse en vertedero de falsedades o fake news. La historia de los medios y la de la fabricación de mentiras han estado siempre muy unidas. ¿Por qué se iban a salvar las redes de esa tendencia? En el caso de los medios tradicionales, todavía puede uno pensar que en su hacer existe una deontología profesional. Pero en el caso de los medios digitales manejados por la ciudadanía ¿quién asegura dicha deontología? Simplemente no existe, y eso es peligroso.

Sociólogo